Felix Ortiz con mi madre, Ana Rodríguez Aragón, en Almerimar, Almería 
Septiembre de 1996



Félix Ortiz y Mojácar
Ana Higueras, febrero 2017

El pasado viernes 17 de febrero falleció mientras dormía Félix Ortiz Oleaga. Así me dijo Ana Mª Jiménez, su mujer, su compañera a lo largo de estos años.

A Félix le faltaba poco para cumplir los 80 años. La última vez que lo vimos fue en julio de 2016, estaba pletórico de salud y de optimismo.

Félix Ortiz y Mojácar son dos nombres inseparables en mi recuerdo.

Conocí a Félix en la última semana de marzo de 1986, cuando aprovechando las vacaciones de Semana Santa me fui en coche con mi madre y mi hijo Jaime a Mojácar con la firme idea de comprar un apartamento en la playa. Había conocido este precioso pueblo de Almería unos meses antes cuando estuve con mi entonces marido Félix Lavilla y sus primos Chiqui y Marisa pasando unos días en un apartamento que tenían en el pueblo con preciosas vistas a la costa. Chiqui había insistido en hacer este viaje conmigo porque estaba seguro que me iba a encantar Mojácar y acertó porque esta tierra me cautivo nada más conocerla; su luz, sus montañas desnudas de vegetación, sus costas abruptas irrumpiendo en el mar azul intenso, sus casas blancas, la tranquilidad monacal. Mojácar entonces era todavía un paraíso virgen por descubrir.

Nos alojamos en el Hotel Indalo, mi madre, mi hijo Jaime, que entonces tenía 11 años, y yo, los tres en una habitación donde disfrutamos y nos reímos mucho con las bromas de Jaime.

Al día siguiente de nuestra llegada salimos a dar una vuelta por la zona y cerca del Hotel vimos una inmobiliaria que se llamaba Euromojácar, entramos a preguntar a ver qué pisos tenían por esa zona que nos gustaba. Nos recibió su dueño, Bartolome Flóres, constructor y promotor de venta de pisos, tenía un socio, Félix Ortiz, un bilbaíno muy simpático, menudo y con unos bonitos ojos verdes. Félix se había separado recientemente de su mujer y tenía dos hijos un chico y una chica, había dejado su floreciente negocio inmobiliario y su familia en Bilbao y se había trasladado a vivir a Mojácar, sin nada y dispuesto a empezar de nuevo. Para hacer eso hace falta mucho valor y mucha dignidad.

Félix que además de simpático era un gran vendedor nos enseñó un piso en la Urbanización Marysol, en la Playa Venta del Bancal, que acababan de terminar y que Bartolo, como le llamaban familiarmente, no quería enseñar porque prefería vender otros. El apartamento era precioso, un segundo y último piso con un gran salón con terraza que daba al mar, tenías la sensación de ir en barco, tenía dos dormitorios y dos baños y en la parte de atrás del edificio había dos piscinas una de ellas de hidromasaje. Costaba cerca de 5 millones de pesetas y yo solo tenía tres para invertir, Félix me animó a comprarlo y consiguió que Bartolo me diera facilidades para pagarlo en unos meses.

Fuimos muy felices en este precioso apartamento y a Félix le debíamos el haber conseguido un sitio tan especial.

Este fue el principio de nuestra vida en Mojácar y el principio también de nuestra amistad con Félix Ortiz que sería entrañable a lo largo de 31 años, hasta su muerte.

Félix también se encargó en los años 80 y 90 de las inversiones que mis padres hicieron y alguna otra mi hermana Lola y yo en Mojácar, en él teníamos plena confianza. Siempre nos conseguía apartamentos preciosos con vistas espectaculares a los que él llamaba "Ferraris" o "Nidos de Águila".

Cuando la zona de Venta del Bancal se lleno de bares y restaurantes y perdió la tranquilidad de la que habíamos disfrutado en los primeros años, decidimos cambiar de sitio a una zona más tranquila, a ser posible en la montaña.



de izda. a dcha. Mis padres, Ana y Jacinto, yo, Félix Ortiz y mi hermana Lola
en la terraza de Félix en Venta del Bancal, Mojacar, agosto 1997


En septiembre de 1992 cuando fui a pasar unos días de vacaciones con mi marido, Félix Lavilla, le pedí a Ortiz que me pusiera a la venta el piso de la playa y me enseñara alguna casa en la montaña, en un lugar tranquilo y con vistas. Nos enseñó un precioso chalet en la zona alta de Cañada Aguilar, en la calle Aljibe, 6, recién terminado aunque faltaban algunas cosas por rematar entre ellas la piscina, tenía 500 metros cuadrados de terreno, un jardín rodeando la casa y dos plantas de 100 metros cuadrados cada una, en la planta de arriba a nivel de calle un enorme salón-comedor con una gran terraza con vistas al mar, a la Sierra Cabrera y el pueblo de Mojácar, además de una amplia cocina y en la planta de abajo cuatro dormitorios y dos baños, bajando por el jardín estaba la piscina y el solárium. La vendían unos socios que se separaban a muy buen precio. Como siempre no teníamos dinero para comprarla pero Félix me animó a pedir un préstamo mientras vendía el piso de la playa y dos apartamentos que teníamos en la Urb. Campomar. Hable con la familia y me animaron a seguir adelante con la operación que por suerte salió bien pues Félix nos vendió los pisos de Campomar y poco después el apartamento de la playa y pudimos pagar el préstamo y la obra.

Una vez más Félix nos había resuelto nuestra vida de la mejor manera. Nos parecía un sueño tener una casa tan preciosa con la mejor vista de Mojácar y donde disfrutamos de una tranquilidad total. Esa Navidad de 1992 la pasamos ya en Palo Verde, nombre que le puso mi hermana a la casa, pues fue el primer árbol que plantamos aunque el jardín ya tenía árboles y plantas. En esta casa pasamos la familia felices las Navidades, Semanas Santas y veranos durante 15 años.

En agosto 1997 vino a pasar unos días con nosotros la tía Mari Lola, hermana de mi padre, y le gustó tanto Mojácar que decidió invertir allí un dinero que tenía. Lo primero que hicimos fue llamar a Félix que le cayó divinamente a la tía y le enseñó un precioso apartamento a estrenar junto al Hotel Indalo, con vistas al mar, plaza de garaje y muy buen precio. La tía lo compró y lo amueblo y allí pasó cerca de 20 años feliz con cantidad de familiares y amigos que llevo a conocer ese precioso lugar.



Cenando en Ottocento, Mojacar, septiembre 1999
de dcha. a izda. Yo, Félix, tia Mari Lola, mi padre, tia Fe, mi madre y Toñi


En nuestras estancias en Mojácar conocimos a Cristina, hija de Félix, una joven inteligente, guapa, abogada y que parecía estar muy compenetrada con su padre. Salimos en varias ocasiones a comer y cenar juntos y llegamos a hacer una buena amistad con ella.

Después de trabajar un tiempo con Bartolo, Félix se asoció con Javier que tenía con su mujer, Marisol, un local de prensa y papelería junto al Pueblo Indalo, al lado tenían otro local donde pusieron la Inmobiliaria. Javier y Marisol eran de Zaragoza y se habían instalado en Mojácar con sus hijos. Félix trabajo algún tiempo con Javier hasta independizarse y tener su propio local en el Paseo Mediterráneo 271. En los últimos años alquiló su local y se unió a la empresa Inmobiliaria Okisur, allí formaría un magnífico equipo junto a Simón, Antonio y José.

Félix ya colaboraba con la Inmobiliaria Okisur cuando en 2007 nos vendieron la casa de Aljibe, 6. Mis padres muy mayores tenían dificultad para subir y bajar escaleras. Un par de años antes habíamos reservado en obra dos apartamentos detrás del Parador Nacional que nos entregaron en 2007, uno a pie de calle, pensando en los padres, y otro encima, un "nido de águila" como llamaba Félix a los que estaban a la altura de los pájaros, los dos con enormes terrazas y vistas extraordinarias a la Sierra Cabrera, al pueblo de Mojácar y al mar, la tranquilidad que allí disfrutamos es única. La tía Mari Lola se unió a esta aventura y compro un apartamento debajo de los nuestros.

Los padres no llegaron a vivir estos pisos ni a verlos terminados, murieron en diciembre de 2009 con pocos días de diferencia.

Félix siempre fue muy cariñoso con nuestros padres, Ana y Jacinto, nunca faltaba su llamada por Navidad o por sus santos o cumpleaños. Mis padres lo estimaban y lo querían mucho. Acudió en compañía de Ana Mª a la Exposición Antológica de mi padre, Jacinto Higueras Cátedra, que organizó Caja Granada en Granada en noviembre de 1996, antes había estado en el Museo de Jaén, luego vinieron con la familia y amigos a cenar juntos.

Félix quedará en nuestra memoria unido a los días felices vividos en Mojácar y en esa tierra almeriense. Siempre estará presente en el recuerdo de esta familia Higueras con su vitalidad, su optimismo, su energía, su amistad incondicional y cálida; parece irreal que ya no esté entre nosotros. Imagino la sensación de soledad y tristeza de su mujer y compañera a lo largo de estos años, Ana Mª Jiménez, de sus hijos, de sus compañeros de trabajo, Simón, Antonio, José, de sus amigos. Todos le vamos a echar mucho de menos.

Recuerdo cuando le decíamos lo felices que nos sentíamos en Mojácar y él nos contestaba "Esto es calidad de vida". Qué razón tenía.

Quizás esa luz brillante y a veces cegadora de Almería haya perdido algo de su brillo al no tener ya a Félix.

Eligió que sus restos fueran depositados en el cementerio de Mojácar, pueblo que lo acogió con cariño y donde él había reconstruido su vida y había sido feliz. Allí acudiremos sus amigos a visitar su tumba y a colocar unas flores en su memoria.


© Copyright del texto pertenece a ANA HIGUERAS
Las imágenes se custodian en el Archivo HIGUERAS ARTE



Ana Higueras
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